Discutiendo algunos mitos

1. “En Facebook hay encuestas que dicen todo lo contrario…”
Desde hace mucho, los medios de comunicación vienen realizando diferentes tipos de consultas o sondeos sobre los criterios de la ciudadanía. Con la emergencia de las plataformas digitales y las redes sociales esto se ha vuelto aún más fácil y barato.
En varias de ellas, incluso decenas de miles de personas participan con gran entusiasmo, pero la mayoría de ellos recogen esa información con métodos que no son científicos y no pueden asegurar que ese grupo sea “representativo”, es decir, que tenga la diversidad de posturas, clases sociales, edades y otros rasgos que caracterizan al conjunto de habitantes del país.
Por tanto, sus resultados no pueden extrapolarse para toda la población. A lo más podríamos decir que reflejan los puntos de vista de los “amigos” de cierta cuenta de Facebook, de los lectores habituales de un diario digital, de los transeúntes que pasan usualmente por algún punto de la ciudad o de los televidentes o radioescuchas que decidieron llamar al programa.
2. “En Bolivia hay 11 millones de habitantes, ellos han hablado solo con 1.500 personas”
La capacidad de una encuesta que entrevista a un grupo reducido de la población para extraer conclusiones que se refieren al conjunto está vinculada a la aplicación de principios y técnicas estadísticas que establecen, por ejemplo, que, si la selección de esas personas fue realizada al azar, sus características y las estimaciones de sus opiniones y percepciones se acercan a las de toda la población, con un margen de error conocido.
Como puede verse, la fiabilidad de una encuesta electoral no se refiere tanto a que se entreviste a muchas personas, sino a que haya sido realizada bajo ciertos estándares y técnicas bien establecidas que no se pueden ignorar sin arriesgarse a perder su naturaleza científica.
3. “La encuesta es una foto fija del momento, no es un pronóstico”
Efectivamente, el resultado de una encuesta electoral refleja las opiniones y percepciones de la población en un momento dado. Pero, atención, no es en ningún caso una foto de alta definición, sino una instantánea aproximativa y borrosa de la coyuntura, pues la realidad de las ideas y sentimientos políticos siempre tendrá matices imposibles de captar con una batería de preguntas cerradas y parciales.
Por otra parte, pese a la expectativa que despiertan, estos instrumentos no son tampoco “predicciones” ni un “oráculo” del futuro. La razón es muy simple y obvia: el futuro siempre será incierto y el pasado no es siempre un buen predictor de lo que nos espera más adelante. Aún más cuando nos referimos a un ámbito, como el comportamiento electoral, tan voluble a las informaciones que diariamente recibimos y a las variaciones en nuestras emociones.
Es siempre posible referirse a ciertas tendencias que sucesivos estudios pueden ir reflejando, incluso podemos suponer que las mismas tienen elevadas probabilidades de ratificarse en el futuro, pero siempre habrá la posibilidad de un evento, aunque sea marginal, que puede desbaratar esas proyecciones. Así que mucha atención, sobre todo en pretender que las encuestas nos digan con anticipación que tal persona ganará con X porcentaje la elección, pues eso es imposible.
De hecho, sabemos que, en Bolivia, la decisión definitiva de por quién se va a votar se toma en la última semana antes de la jornada electoral. La prudencia debería ser entonces la norma.
¿Predicen las encuestas el voto?:
4. “Las encuestas no afectan las decisiones de los electores”
Después de varios decenios de investigación empírica, la conclusión es que la difusión de resultados de encuestas electorales efectivamente tiene impactos en el comportamiento de los votantes, pero que su intensidad y naturaleza depende de cada contexto.
Por ejemplo, en elecciones muy disputadas y con un alto nivel de indecisos, las encuestas pueden proveer la información que motiva el “voto estratégico” de ciertas personas, indicándoles quién es el candidato que está liderando, frente a lo cual pueden animarse a apoyarle al percibirlo “ganador” o, al contrario, estimulando un apoyo a otro candidato para evitar que el “favorito” gane.
Es decir, las encuestas importan, pero en interacción con otras variables del juego y contexto político. Nada es automático.
5. “Mi candidato ha subido 2% en las encuestas, estamos avanzando”
La distorsión más frecuente en la lectura y análisis de los resultados de una investigación tiene que ver con asumir que es una estimación exacta, al décimo, de alguna opinión electoral y que no tiene márgenes de error que se debe considerar necesariamente.
Por ejemplo, supongamos que una encuesta que tiene usualmente un margen de error de +/-3% dice que la aprobación del presidente ha pasado en un mes de 40% a 42%, lo cual desata la satisfacción del oficialismo pues estaría “subiendo”. Pues, en ese caso la conclusión podría ser discutible o incluso falsa debido a que la diferencia positiva de 2 puntos es menor al margen de error del instrumento. En cambio, si este valor se habría reducido en otro mes de 42% a 35%, se puede decir que hay una reducción de la aprobación con bastante certeza (Ver Gráfico).
En síntesis, hay que ser prudentes antes de sacar conclusiones al comparar datos estadísticos obtenidos en encuestas de opinión probabilísticas pues debemos analizarlas siempre considerando el error estadístico de estas estimaciones
6. “Zutanito ha subido/bajado en las encuestas debido a que ha hecho tal cosa”
Los números aguantan muchas cosas, sobre todo las suposiciones y extrapolaciones sin sustento a partir de un solo dato. Muy fácilmente se olvida que cualquier estimación de alguna opinión o percepción política realizada por una encuesta se refiere exclusivamente a una cuestión explorada mediante una pregunta con respuestas frecuentemente limitadas a dos o tres opciones. Es, en el mejor de los casos, un indicio, pero hasta que no hagamos análisis más robustos no es posible sacar conclusiones definitivas ni explicar su origen o sentido si no se cuenta con mucha más información adicional.