¿Cuán confiables son las encuestas telefónicas?

Debido a la pandemia, en los últimos meses ha sido imposible que se realicen las tradicionales encuestas electorales en hogares (“cara a cara”). Frente a esa limitación, se ha empezado a experimentar con encuestas por medio de teléfonos celulares. Dos encuestadores importantes, Mercados y Muestras y CIESMORI, han elaborado sus dos más recientes trabajos de investigación de esa manera.
Aunque esta técnica es bastante corriente y ha demostrado su efectividad en los países desarrollados y en gran parte de la región latinoamericana, es la primera vez que se utiliza en Bolivia para estudios electorales de gran difusión, generando curiosidad, pero también dudas sobre su fiabilidad.
Para empezar, hay que insistir en que ninguna técnica para realizar encuestas es deficiente per se. La calidad de sus resultados depende de una correcta aplicación de ciertos principios y metodologías ampliamente discutidas en la literatura científica y experimentadas desde hace bastante tiempo en muchos países. Por tanto, se debería ver primero, antes de juzgar, cómo están siendo aplicadas en Bolivia y si están logrando adaptarse a las condiciones particulares del país.
Las encuestas telefónicas tienen sus ventajas: su costo es más bajo, su aplicación elimina varios procedimientos de recolección de datos laboriosos de las encuestas presenciales que pueden producir errores, pueden ser supervisadas de manera más directa y podrían permitir llegar a ciertos segmentos que son reacios a abrir su puerta a un encuestador o que son difíciles de encontrar (por ejemplo, las personas que viven en barrios cerrados o en condominios, o los trabajadores que solo llegan a sus hogares en la noche).
Sin embargo, tienen también sus dificultades: la interacción del encuestador con el entrevistador no siempre es tan automática como en una relación cara a cara, la tasa de rechazo suele ser más alta porque es fácil colgar el teléfono o no contestar una llamada de un número desconocido y sobre todo implica un cuidadoso trabajo previo de elaboración de un marco muestral sólido que permita una selección aleatoria de los encuestados. Este último factor es quizás el que presenta más desafíos en Bolivia.
Contrariamente a lo que muchos se imaginan, no es necesario tener para eso un listado detallado de todos los números de teléfonos celulares activos del país, que no solo sería impracticable, sino que presenta limitaciones legales obvias. ¿Entonces cómo se procede?
La idea básica consiste en considerar como universo del estudio a todos los números de teléfono celular posibles (alrededor de 11 millones y medio de líneas activas según la ATT) y contar con un sistema informático que genere una muestra de números de celulares mediante combinaciones aleatorias de sus dígitos. Un ejemplo de cómo se podría proceder: primero se podría realizar una estratificación por departamento, ya que los cuatro primeros dígitos de cualquier celular en Bolivia están asignados a un departamento en particular (por ejemplo los números que inician con 7112 – XXXX son del Beni o los 7742-XXXX son de La Paz, información disponible en internet, no hay ningún secreto en ella) y posteriormente habría que generar, mediante programas informáticos, números aleatorios con los restantes cuatro dígitos.
Información sobre prefijos telefónicos en Bolivia:
https://es.wikipedia.org/wiki/Anexo:Prefijos_telef%C3%B3nicos_de_Bolivia
Por supuesto, este método tiene sus complicaciones porque algunos de los teléfonos elegidos pueden estar inactivos y en otros simplemente la persona no responde o no quiere participar en una encuesta. Según Pew Research, una de las encuestadoras más prestigiosas de Estados Unidos, la tasa de respuesta con esta técnica variaría entre el 5% y el 15%. Para evitar sesgos por la no respuesta, muchos encuestadores ponderan ex post sus resultados en base a ciertas características del entrevistado recolectadas durante el llenado del cuestionario, cuidando que haya una proporción de entrevistados similar a la de la población total en términos de edad, sexo o condición social.
Si se siguen esas recomendaciones, la experiencia internacional indica que esta técnica podría obtener estimaciones de igual calidad que las encuestas tradicionales cara a cara. Por supuesto, está por verse si su aplicación en Bolivia va a seguir esos estándares.
Quizás el factor de mayor cuidado tiene que ver con el todavía alto porcentaje de personas que no tienen un celular, situación particularmente significativa en segmentos rurales, personas de mayor edad y/o en situación de pobreza, lo cual puede introducir algún sesgo en los resultados de esas investigaciones si no se los controla adecuadamente.
Por otra parte, es llamativo el alto porcentaje de personas que no responden a la pregunta sobre intención de voto en las dos encuestas telefónicas publicadas recientemente (alrededor del 20%), valor que era notoriamente inferior en las investigaciones presenciales anteriores (en torno al 10%). Este fenómeno puede deberse al aumento de la incertidumbre política, pero no habría que descartar tampoco que haya cierta reticencia particular de algunos bolivianos o bolivianas, no acostumbrados todavía a estas técnicas, a responder por esa vía sobre sus preferencias electorales.
En todo caso, las encuestas mediante celulares han llegado para quedarse, a tono con las tendencias mundiales. Su uso creciente plantea desafíos a la industria demoscópica nacional, a los reguladores y a todos los que las analizan. Hay necesidad de contribuir a su perfeccionamiento porque, pese a todas sus limitaciones, son un instrumento válido para el debate y la información democrática.